10.11.08

¡Igualito que su Padre!

Sin lugar a dudas, la frase: “¡Igualito que su mamá/papá!” es recurrente en la plática coloquial. Esta frase puede referirse a similitudes físicas, como cuando nace un niño y los padres, tíos, abuelos y demás parientes encuentran parecidos increíbles al infante con sus padres. Pero también puede referirse a actitudes, como la forma de enojarse, de afrontar problemas o situaciones en general. Como cuando a cierta persona la expulsaron de un partido de fútbol, y al final del partido quiso regresar a pegarle al árbitro… con sus once años. La mamá no pudo más que decir: “¡Igualito que su padre”!

Ahora tomemos la perspectiva científica. Esto nos indica de cierta forma que en los genes se transmite más que simplemente la parte física. También se transmiten actitudes e ideas. Un ejemplo muy común y muy bueno por ser general e intrigante a la vez, es el miedo que todos tenemos a las víboras. Un niño no necesita haber visto una víbora antes para tenerle miedo la primera vez que la ve. ¿Cómo se transmite esto? Hay varios experimentos que lo confirman. Pobres niños… igual salieron ilesos…

Los profesores Clayton, Fernald y Robinson de la universidad Urbana-Champaign publicaron este mes en la revista Science un artículo en que revisan lo que sabemos en cuanto a relación de genes con actividad social. Quizás debemos comenzar por entender que la conexión entre genes y actividad social se da a través del cerebro; tal vez la parte menos entendida y más intrigante de nuestra anatomía.
Por mucho tiempo se creyó que el genoma (secuencia del ADN) era como los planos para el organismo y no se modificaba durante la vida del mismo. Esta concepción es errónea. Nuestro ADN se modifica continuamente de acuerdo a impulsos externos; la parte correspondiente a las interacciones sociales no son la excepción. Se tiene una serie de experimentos en diferentes animales en los que se puede ver la variación en la expresión genética cuando su medio cambia. ¿Cómo funciona esto? En pocas palabras, la interacción social es percibida por diferentes sentidos y se traduce a impulsos cerebrales; que a su vez cambian la forma del genoma.

Uno de los experimentos que dieron los primeros indicios fue uno hecho en ratas. Comenzando con un grupo de cachorros ratas genéticamente iguales, se les dieron a dos grupos de mamás ratas diferentes. Unas lamían y cuidaban a sus ratitas mientras las otras los descuidaban. Las primeras mantuvieron su comportamiento regular, pero las descuidadas se estresaban más fácilmente y eran más descuidadas con sus hijos. La herencia genética de sus padres se descarta pues son los mismos que de las ratas no afectadas. Posteriormente se encontraron diferencias genéticas.
Algo interesante de este fenómeno es que no termina ahí; como el mismo experimento de las ratas lo sugiere, el círculo se cierra. La modificación que tuvieron estas ratas en su genética después afectó a sus hijos. En otras palabras, la modificación genética también se tradujo en modificación del comportamiento social.



Es interesante ver el mapa de la publicación en Science, en él se muestra como se retroalimentan el cerebro, las interacciones sociales y el genoma; a través de diferentes reguladores. Las líneas continuas se refieren a interacciones que se dan en un tiempo corto, en el día a día, las líneas punteadas se refieren a las interacciones que se pasan de generación en generación y las de líneas cortadas a cambios después de muchas generaciones… la evolución. Los cambios epigenéticos se refieren a las mutaciones que a la larga se convertirán en la evolución.

Al final es interesante ver como la ciencia va encontrando algunos caminos de la naturaleza que regulan nuestra vida. Es impresionante pensar como el medio al que somos expuestos día a día y las decisiones que tomamos, afectarán nuestras reacciones y la forma en que tomemos decisiones en el futuro… y las de nuestras próximas generaciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿O sea que la evolución está “comprobada” o no?

joaconacho dijo...

Se podría decir que la evolución está comprobada en un 99.9%. Pero como ciencia, no puede despreciar el 0.1% que queda en duda. Que el DNA se combina pra dar lugar a un nuevo ser y que cambia a lo largo de su vida sí está comprobado al 100%.